La cultura del bidet
Sábado, 10 Septiembre 2011

La cultura del bidet

¿Disculpe, cual es su enfermedad?, fue la pregunta de la mucama del hotelito londinense a Mario, un amigo, ex agente de viajes, que viajaba a menudo a la capital inglesa pues allí estaba la oficina central de la empresa para la cual trabajaba en Montevideo. Transcurría un tórrido verano europeo y los viáticos de mi amigo alcanzaban para alojarse alli, en uno de los clásicos establecimientos europeos donde el baño privado brillaba por su ausencia y había que usar los baños generales.

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por Sergio Antonio Herrera, @DelPDA en Twitter

Hablamos de los años setenta, donde quienes viajábamos no teníamos que observar tanta "pose" como en la actualidad. Mario no tenía ninguna enfermedad, hacía un calor agobiante y por la mañana temprano, antes de salir del hotel, en vez de bata, se ponía por encima una gabardina y calzando sus chinelas, iba y se daba una ducha. A veces volvía al hotel a mediodía y se daba otra ducha y por la noche, demás está decir, al regresar y antes de ir a cenar, se bañaba otra vez.

La mucama, una señora mayor, cada vez le miraba con los ojos más desorbitados, hasta que no aguantando más, le preguntó lo del inicio.

Hoteles american life style

En principios de los ochenta, llevé como tour conductor un grupo a Chile y una de las escalas era en la capital y en ese momento, el tradicional Hotel Carrera, uno de los más distinguidos, ofrecía una super tarifa para grupos. Eran épocas muy curiosas, no creo equivocarme pero me parece que por persona y por día para grupos, pagábamos 10 dólares.

Como buen establecimiento estilo norteamericano, en los baños de las habitaciones no había bidet.

Esto que parece ser natural y de lo que tan poco se habla, para mucha gente (yo mismo en primera fila), es todo un tema, una gran complicación. Habría que realizar alguna encuesta entre turistas rioplatenses para averiguar las diferentes formas de higienizarse utilizadas "después de" y también, las consecuencias a partir de las posiciones acrobáticas y las correspondientes cáídas por resbalones (¿o no?, ¿o es que me ha pasado solo a mi?).

En ese grupo, compuesto mayormente por gente de la tercera edad, viajaba un señor, hermano de un general de la época, condición que hacía notar (y valer) toda vez que podía. En ese contexto, un par de veces por día reclamaba porque no tenía bidet en la habitación y yo me hacía el desentendido.

El día de la excursión a Viña del Mar, en plena Quinta Vergara, mientras la guía local nos hablaba del famoso festival de la canción y explicaba las características del "monstruo" (el público de ese evento), este señor, créase o no, volvió a reclamar por el bidet, mirándome desafiante...

Conté hasta diez y respondí: "nosotros le vendimos una excursión, no un bidet". La carcajada del grupo fue general, igual que el hermano del pasajero, me libré por el resto del viaje del acoso pero, por mucho tiempo no estuve tranquilo, sobretodo al volver. Por suerte no pasó nada.

A partir de ese enfoque

Muchos hoteles de cadena en América Latina, especialmente en el Norte de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe, no solamente no tienen bidet en el baño, sino que toda su oferta de servicios está orientada a la satisfacción del cliente norteamericano en primer lugar.

En ese contexto, hay que tomar las bebidas con exceso de hielo, el whisky en copa, cenar temprano, ni por asomo ver un churrasco, pan francés o algún postre comible. También morirse de frío o de calor en las habitaciones (no hay modo de regular el aire acondicionado en la mayoría de los hoteles).

Como en muchos aspectos del turismo, tenemos derecho a esto que hacemos, ejercer el derecho a la queja (al pataleo decimos en el Río de la Plata)y poco más, es de los temas más contundentes a la hora de explicitar las tendencias de mercado.

Nos vemos.

Portal de América

 

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